martes, 28 de febrero de 2017

El río hablador de los recuerdos perdidos



Habían pasado 16 años de objetos perdidos, de situaciones tristes y de incesantes quejas. En todo ese tiempo, el “Río Hablador” no solo había hecho escuchar sus aguas; las había convertido en usurpadoras de recuerdos.   
Entre 1945 y 1950 se realizaron las primeras invasiones alrededor del río Rímac. Por un lado la arena y las piedras; y por otro, los sembríos de las haciendas. Era un panorama que parecía ser confortable. Aquella zona pertenecía al distrito de Carabayllo. El deficiente trabajo de sus agencias municipales provocó, años después, que la gente reclamara su independencia. Así, el 22 de mayo de 1950, el general Manuel Odría promulgó la ley N°11369 y creó el Distrito Obrero Industrial 27 de Octubre. Ese mismo año, un ayacuchano llamado Ramón Cotaquispe y su esposa cusqueña, Irene Arteaga, decidieron establecerse en este nuevo distrito limeño, al lado del río. Pasaron algunos años, siguieron llegando más inmigrantes, las invasiones aumentaron y las haciendas empezaron a desaparecer. La expiración de un Decreto Supremo N°382 y la beatificación de un santo, cambiaron el nombre del distrito por San Martín de Porres un 6 de Mayo de 1962.
En esos años, algunas zonas del norte de San Martín de Porres ya habían logrado tener cierta estabilidad en sus viviendas. Sin embargo, las personas que vivían aledañas al río Rímac aún no. El panorama que parecía confortable se convertía en nostalgia cuando llegaba el invierno. El terreno era plano. El sonido de la corriente podía escucharse a distancia, más aún cuando venía acompañada de mucha agua y de rocas ansiosas por arrebatarles la tranquilidad a las personas que vivían cerca a sus orillas. Con un rostro cabizbajo, Ramón Cotaquispe cuenta que, muchas veces, vio cómo el “río hablador” destruía su casita de maderas viejas, como se llevaba sus documentos, su caja de fotos de antaño, su cocina a querosene, entre otros objetos ganados con esfuerzo. El tiempo solo les permitía correr a buen recaudo. Solo quedaba mirar con impotencia cómo la naturaleza se llevaba una parte de sus vidas. Pero los problemas no solo quedaban allí. El alcalde Víctor Reyes Ramos, mandaba constantemente policías a la zona para que los saquen y los llevasen al distrito de Comas. Irene y los demás vecinos nunca accedieron. San Martín de Porres, más urbanizado que Comas, ya era su lugar. Luego de lotizar sus terrenos y las constantes insistencias por encauzar el río, presionaban cada vez más a las autoridades incluso al punto de enfrentarse con palos y piedras. Fue hasta 1966 que el nuevo alcalde Enrique León Valverde Gamarra en una reunión con las tres asociaciones de ese sector: San Pedro, Nicolás de Piérola (dirigida por Ramón Cotaquispe) y Santa Cruz, accedió a traer suministros para el encauzamiento del río Rímac.    

Habían pasado 16 años de objetos perdidos, de situaciones tristes y de incesantes quejas para que un 15 de octubre de 1966 se comenzara el gran proyecto. Cadenetas, bancas y la infaltable música eran suficientes para celebrar el inicio de una mejor calidad de vida, sueño que todo pueblerino desea cumplir en la ciudad.  En la fotografía el sol parece ser cómplice de las sonrisas que iluminan los rostros, la arena parece sudar la alegría de aquel barrio. El río Rímac al fondo, esperando su sentencia. E Irene Arteaga solo baila con una soga en las manos mientras que Ramón Cotaquispe toca la mandolina con la expresión de: “lo logramos”.